La retórica de los afectos. Lucía Díaz Marroquín.
El campo semántico del término afecto fue en su día mucho más amplio de lo que es actualmente. En la misma medida en que hemos aprendido a analizar y expresar nuestras emociones de acuerdo con las perspectivas psicoanalíticas y postestructuralistas, hemos olvidado la existencia de un código muy sofisticado, heredado de las tradiciones aristotélica y galénica e impregnado además de las visiones cosmológicas platónicas y herméticas, que era la base de la expresión de las emociones en la Europa anterior al Romanticismo. La retórica y la poética clásicas, así como cualquier forma de espiritualidad cristiana, se basan en la distinción entre dos polos entre los que todavía hoy oscila la idea del equilibrio psíquico: lo ético y lo patético o pasional. El significado que pueda serle atribuido a lo que es afecto y lo que es pasión ha demostrado ser contingente, dependiendo de cómo se configuren las fronteras que separan el territorio de lo ético de la atractiva pero peligrosa inmensidad que se extiende más allá de ellas. La retórica de los afectos analiza algunos aspectos de esta distinción y de esta contingencia a partir de testimonios literarios, musicales y visuales procedentes especialmente de la tradición hispánica, aunque relacionados con otros tomados de las tradiciones italiana, francesa, inglesa y alemana, en función de conceptos críticos como poder o performatividad.